Narraciones al viento

Una biblioteca de cuentos cortos para leer en cualquier lado...
Miguel Ángel Fernández

“¡No sabés lo que me pasó!

Ayer por la mañana tomé un colectivo por primera vez, y al sentarme en el único asiento libre, descubrí un paraguas olvidado a los pies. Era un paraguas normal, de esos amplios, con manija curva. Sin embargo, a pesar de que mi primera intención fue llevárselo al colectivero para que lo tenga y lo devuelva en caso de que aparezca el dueño, decidí quedarmelo. Fue raro, pero después entendí todo.

Al bajarme, mientras jugueteaba con el paraguas cerrado, crucé una calle y la parte curva del mango se enganchó en la cartera de una señora… con tanta mala suerte que cayó de bruces al suelo. Bah, mala suerte… en realidad buena suerte, porque en ese instante pasó una moto a toda velocidad muy cerca nuestro, y si la vieja no se enganchaba con el paraguas la hubiera atropellado seguramente. De hecho, la doña me agradeció y me regaló un caramelo de procedencia dudosa. Yo, por supuesto, acepté con una sonrisa.

Esa fue la primera situación extraña del día.

Luego, caminando distraídamente, pensando en el suceso anterior, ocurrió otra cosa. El paraguas se me escapó de la mano, enredándose entre las piernas de un pobre hombre que estaba corriendo, que por supuesto tropezó y se dió un golpazo contra la puerta de un negocio. Quedé helado, sin reacción. Detrás del hombre llegó corriendo casi sin aire otro hombre de mayor edad, que intentando recuperarse a bocanadas, me sonrió. Y tras un enérgico gracias, agarró la billetera de las manos del primer hombre, la limpió y se la puso en el bolsillo. Tomó mi paraguas y me lo devolvió. De lo demás se encargó la policía, quienes me indagaron sobre cómo había atrapado al ratero.

Héroe, por segunda vez en un día.

Para ganar el tiempo que había perdido, me metí en un callejón por el cual hacía un atajo. Como en las películas, había una mujer acorralada por dos malhechores, a los que enfrenté con mi paraguas, blandiéndolo como si fuera un sable. Obviamente, a esa altura ya tenía una confianza desmesurada en el poder del paraguas, y confiaba plenamente en que iba a salir victorioso. Y así fue, porque con un movimiento veloz de esgrima pude desarmar a uno de los ladrones y sacarle su cuchillo, e inmediatamente ambos huyeron despavoridos, sin entender un soto lo que pasó.

La chica, me agradeció con un abrazo tan fuerte que casi me rompe las costillas; y sí, le saqué su número.


Luego, gracias a ese paraguas tan misterioso, salvé a nueve personas más. Todas fueron por haber utilizado el paraguas. 

Cuando llegué a casa, luego de haber sido un héroe diez veces, con el paraguas en mi mano y una soberbia inmensa, me metí de una en mi habitación y comencé a flashear con trajes de superhéroes, y cómo iba a crecer mi popularidad a través de las redes, y cómo iba a conocer seguramente a Julia Roberts y a enamorarla con mis encantos de salvador popular y peronista, carajo.

Decidí finalmente, para no complicarme mucho, usar ropa normal, sin marca… por si alguna empresa me quiere esponsorear. Un poco de dinero no viene mal.

Me fui a dormir, abrazado al paraguas.

Hoy me levanté. Un día de sol increíble, pero llevé el paraguas igual. Tenía que seguir forjando mi leyenda. Iba a ir a mi trabajo a renunciar. Un héroe tiene que tener tiempo para ejercer. Las cosas a mitad de camino no salen bien. Me tomé un colectivo para ir más rápido, y la verdad pasó volando el tiempo. Es sabido que uno cuando sueña despierto, y planifica un futuro de cosas estupendas… se distrae.

Me bajé del colectivo y adviná que…

Sí, me olvidé el paraguas en el asiento.

Qué pena...”


— Es mentira pa, no te creo... ¿de verdad no podían?

— De verdad.— Ambos estaban sentados, uno al lado del otro. Ambos mirando hacia el centro del lago, ambos abrazándose sus piernas flexionadas, con sus peras apoyadas en sus rodillas.

— Pero... ¿cómo iban de un lado a otro?— Preguntó el joven curioso.

— Caminando.

— ¿Cómo los perros?— Volvió a consultar extrañado.

— Si, pero en dos patas.

 La cara de asombro del pequeño Iker era bastante exagerada, pero cualquiera que lo mirara sonreiría seguramente. Su padre lo miró con picardía.

— Tené en cuenta que antes del Despertar, nosotros los humanos usábamos solo una porción muy pequeña del cerebro. Y no podíamos volar.

 — Es cierto, es lo que estamos viendo en la materia Pasado de la Humanidad I.

 — En ese entonces existía unos vehículos llamados autos,que utilizaban para trasladarse. Cuando las distancias eran grandes no podían ir caminando porque eso llevaba mucho tiempo de sus vidas. Y recordá que vivían menos de 100 años.

 — ¿Menos? Wow, me dan un poco de pena.

— Si. Era muy sacrificado. Sin embargo...— Pel se quedó mirando al vacío, pensativo, mientras garabateaba en la arena.

— ¿Qué pasa, pa?

— Nada hijo. Es que antes eran muy felices por algo que hoy en día no existe más.

— ¿Qué era eso?

 Las lágrimas aparecieron en el rostro del padre, la nostalgia lo invadió. Recordó a su propio abuelo, llamado Iker también. Y se secó los ojos.

— Hijo.— dijo girándose hacia él.— Lo que había antes y los hacía muy felices, pero hoy en día no existe más... son unas cosas llamadas "milanesas".

 

FIN.





    
“Hoy, 20 de octubre, se conmemora un nuevo aniversario de aquella hazaña que nunca podremos olvidar. Aquel día en que tantas personas comunes, como ustedes o yo, se convirtieron en héroes y sentaron un precedente que salvó a la humanidad. 

    Cuantos octubres anteriores habrán pasado sin imaginarse que harían semejante sacrificio. Sin imaginarse ni siquiera que el curso de la historia los llevaría a un contexto tan desolador como el de ese año. Un contexto en el que toda una nueva generación, la nuestra, estaba destinada a perecer antes de su nacimiento. Un contexto en el que la muerte hacía ya 50 años que no rondaba por nuestro planeta, gracias a la medicina avanzada. 


    A mediados de ese año todos los medios de comunicación enteraban oficialmente al mundo que desde principio de año ninguna mujer podía dar a luz a un hijo vivo. Ninguno nacía. Un mal que nadie pudo explicar. Ni la ciencia, ni las religiones, nadie. Nadie moría, pero nadie nacía.


    Un destino que pudieron cambiar nuestros héroes. Ellos, que mezclaron religión con ciencia para poder encontrar una solución. Ellos, a los que hoy recordamos con dolor. Con mucha admiración, pero con dolor. Porque muchos de nosotros nacimos y crecimos sin haber conocido a nuestros padres. Nacimos, si,... gracias a ellos. Pero nunca pudimos darles las gracias.


    Por eso, levantemos nuestras copas en su honor, y brindemos por la vida. Porque sin nuevas vidas, no hay humanidad. Solo barbarie y caos. Y brindemos por nuestros héroes. Los de ese 20 de octubre, y los de hoy. 


    Porque hoy nosotros también nos convertiremos en héroes. 


    Nuestros padres creían que el cupo de almas en la Tierra ya estaban completos, y que la sumatoria de fuerzas da cero. Que para que nazcan los bebés había que liberar cupos. Y que la fuerza de la vida sumada a la fuerza de la muerte da cero. 


    Así que alcen sus copas y beban hasta el fondo. Porque ese 20 de octubre nosotros fuimos la fuerza de la vida, y nuestros padres la fuerza de la muerte. 


    Y hoy, nos toca a nosotros ser los héroes. Ser el signo negativo.”