Narraciones al viento

Una biblioteca de cuentos cortos para leer en cualquier lado...
Miguel Ángel Fernández

Peregrina



Por  M!     febrero 16, 2025    Labels: 




Caminando por la calle de mi casa me crucé con alguien que nunca había visto en el barrio. No recordaba muy bien cómo era físicamente, solo recordé que me gustó. Tal vez porque hacía mucho que no veía a nadie tropezar de esa manera en la calle desde hace tiempo. Y por supuesto, le saqué una captura a su perfil. Esta nueva actualización de lentes de contacto tiene cosas interesantes como esa. Luego, en casa, me dediqué a investigarla un rato. En mi barrio no hay muy buena señal, y además no quería gastar datos en eso.

Abrí la captura y me quedé observando su perfil. No tenía un nombre real, solo un apodo: Peregrina. En un mundo donde todo el mundo comparte hasta el número de su talle como si fuera parte de su identidad, ese anonimato era casi revolucionario. Su biografía decía: "Quien tropieza y no cae, dos casilleros avanza." Me reí solo, recordando el momento exacto en que extendió los brazos buscando equilibrio. Había algo magnético en ella, algo que no encajaba con las reglas invisibles de este mundo basado en la perfección aparente.

Sus fotos eran un reflejo de esa misma contradicción. Nada de paisajes editados ni selfies estratégicas. Había imágenes de detalles insignificantes pero llenos de vida: la luz filtrándose a través de una cortina vieja, una fila de hormigas en una pared, y un espejo roto que, a pesar de todo, devolvía un reflejo colorido. Cada una de esas fotos gritaba que las imperfecciones no son fallas, son las grietas por donde entra lo verdadero.

Quise escribirle. Estuve a punto de enviarle algo simple, un mensaje rápido que dijera: "Tu perfil es diferente. Me gusta." Pero no lo hice. Me quedé paralizado, preguntándome por qué era tan difícil dar ese paso. Tal vez porque, aunque la mayoría vivía obsesionada con mostrarse perfecta, yo sabía que todos éramos igual de vulnerables, igual de humanos. La diferencia era que ella no tenía miedo de dejarlo claro.

Pero no. No le escribí. No porque no quisiera, sino porque sentí que no era suficiente.

¿Qué podía decir yo que no sonara artificial, que no se perdiera entre todo lo demás? En este mundo, donde los lentes de contacto inteligentes nos daban acceso inmediato a las vidas de los demás, las conexiones reales eran cada vez más raras. Mirar perfiles, capturar imágenes, enviar reacciones: todo era rápido, automático, superficial. Y yo quería algo más, algo que no se pudiera resumir en un parpadeo o en una frase de catálogo.

Apagué los lentes, frustrado. Quizá no debía hacer nada. Quizá ella era solo una chispa fugaz, alguien que había aparecido por casualidad para recordarme lo que era vivir fuera de los algoritmos. Pero incluso mientras trataba de olvidarme de la idea, sentí que algo se movía dentro de mí. Una pequeña rebelión contra todo lo que ese mundo me decía que debía ser.

Al día siguiente, mientras caminaba hacia el local, la vi otra vez. Estaba en la misma vereda que yo, deteniéndose un momento para mirar hacia arriba, como si las nubes tuvieran algo importante que decirle. Mi cuerpo reaccionó antes que mi mente. Apuré la marcha, hipnotizado, y en ese instante, cuando ella giró la cabeza hacia mí, tropecé con el borde de un cantero. No fue un tropiezo grande, apenas un tambaleo torpe pero lo suficiente para que perdiera el equilibrio y me encontrara cara a cara con mi propia idiotez.

Ella me miró divertida y, sin perder un segundo, sonrió.

—Quien se tropieza y no cae…

Mi cerebro tardó un segundo en procesar lo que estaba pasando, pero mis labios completaron la frase casi por instinto:

—... dos casilleros avanza.

Ambos nos quedamos en silencio un momento, como si esa línea compartida fuera un puente que acabábamos de construir sin saberlo. Entonces, ella rió suavemente. Y eso ya fue demasiado para mi… 

Cupido acertó de lleno.


Sobre M!

Escritor amateur, licenciado en recursos humanos, técnico electrónico y docente universitario, un ecléctico apasionado por la belleza de la humanidad.

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