Narraciones al viento

Una biblioteca de cuentos cortos para leer en cualquier lado...
Miguel Ángel Fernández

El asiento



Por  M!     julio 04, 2024    Labels:, 





    
“Señor Juez, señoras y señores del jurado, estoy aquí para presentar mi defensa. Sé que no es común que un acusado hable en su propio juicio, pero es esencial que entiendan mis razones, mis motivos, y el contexto de los hechos.


    Era una tarde como cualquier otra en la rutina de la ciudad. Las calles estaban atestadas, el tráfico lento y el colectivo, como siempre, repleto. En una de las paradas, subió una señora de avanzada edad. Caminaba con dificultad y en su rostro se leía el cansancio de los años. Apenas avanzó unos pasos en el pasillo, me miró con esa expresión que solo las abuelitas tienen: una mezcla de resignación y esperanza.


    Yo, desde lejos, observé que no había asientos disponibles. La gente estaba sumida en sus propios pensamientos, absorta en sus teléfonos o en las conversaciones triviales. Nadie se percató de la presencia de la señora, o peor aún, nadie quiso percatarse y cederle su asiento.


    Fue entonces cuando tomé una decisión que, en retrospectiva, puede parecer imprudente, pero que en ese momento me pareció la única correcta. Me levanté y caminé hasta la señora, mirando cada tanto que nadie se sentara allí mientras iba a buscarla. Con una sonrisa, le ofrecí mi asiento y ella, sorprendida pero agradecida, se sentó con un poco de dificultad.


    Algunos pasajeros murmuraban, hay quienes juzgan maliciosamente. No me importó, sólo me aseguré de que la señora estuviera cómoda y me quedé de pie, manteniendo el equilibrio con el vaivén del colectivo.


    Se preguntarán por qué lo hice, siendo que en realidad los primeros asientos son los que deben ser ofrecidos a las personas que los necesitan. Era cuestión de levantar la voz  e intentar despertar a los dormidos, o incluso pedir apoyo a alguno que esté parado para obligar amablemente a que alguien le ceda el asiento. Pues bien, lo hice porque en ese momento me di cuenta de algo fundamental: soy un ser humano, y de los buenos. Y como tal, no podía ignorar la necesidad evidente de esa señora.


    Sí, admito no haber cumplido las normas. Pero también creo firmemente que ellas no deben ser rígidas al punto de impedirnos actuar con humanidad.


    Así que aquí estoy, no pidiendo su absolución, sino su comprensión. Porque a veces, las reglas deben ceder ante la compasión y la empatía. Y si eso me hace culpable, entonces acepto mi culpa con la conciencia tranquila, sabiendo que hice lo correcto, a pesar de lo lamentable que es el choque de un vehículo tan grande. Y si el castigo es sacarme el carnet de conductor de colectivo, lo acepto con toda honra. Que iba a saber yo que la vieja manejaba tan mal...

 


Gracias.”


Sobre M!

Escritor amateur, licenciado en recursos humanos, técnico electrónico y docente universitario, un ecléctico apasionado por la belleza de la humanidad.

2 comentarios:

  1. Oh no!!! Inesperado. Sorprendente. Pensamiento lateral...

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  2. Noooo jajajaja me reí mucho, muy buen escrito, felicidades!

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