Fui como cada semana a hacer las compras al almacén. En realidad, todas las semanas voy al supermercado... pero siempre me olvido de algo. Por eso suelo ir al almacén, a comprar lo que me olvidé. En este caso era leche, algo indispensable para mis hijos. Y como en el almacén la venden al mismo precio, y hay que hacer menos cola, voy allí.
Pero cuando estaba por ingresar al local, noto un negocio al lado, con un cartel medio caído y viejo, y una entrada bastante deteriorada. Sin embargo, me ganó la curiosidad y me asomé al umbral. Se podía ver un viejo sentado en una silla, bastante robusto y pelo blanco, abundante. Por dentro pensé que era Papa Noel jubilado y con menos panza, y me sonreí. Pero me arrepentí al instante, porque el viejo me vió y me invitó a entrar con un ademán. Miré hacia atrás, y no había nadie, asi que me hice cargo de la invitación y entré. No tenía ni idea que en ese momento me iba a cambiar la vida...
El viejo, con falsa inocencia me preguntó qué necesitaba. Y para seguirle la corriente bromeé de que necesitaba leche y responsabilidad. Me miró con esos ojos grandes (mas grandes que los lentes que traia puesto) y me preguntó nuevamente qué necesitaba.
-Nada- respondí con vehemencia, un poco amargado porque pensé que mi chiste era gracioso. Pero pensé un poco mas... ¿por qué dije "responsabilidad"?
Mi psicólogo solía decirme que detrás de los chistes hay una verdad. Quizás realmente pienso que necesito ser mas responsable. Obviamente lo dije porque siempre me olvido de algo, soy un colgado tremendo. Pero admito que no es solo eso. Siempre me olvido de las fechas de los cumpleaños, aun el de mi esposa. Siempre dejo para lo último lo importante, pensando que si lo hago a las apuradas me va a salir mal, y termino haciendolo a las apuradas igualmente por quedarme finalmente poco tiempo. Y con mis hijos... el mas grande se la banca dentro de todo. Me acuerdo del otro dia, lo tenia que ir a buscar a futbol. Llegué tarde, porque salí tarde. Estaba con una pelota, sentado en el piso. Era el último... ni siquiera el profe estaba. Encima le pregunté por qué no había estado pateando al arco para pasar el tiempo, y me respondió con mirada triste "lo hice, pero despues de un rato me aburri". Y lo peor... una vez se me perdió. En realidad, él es mas volado que yo, y colgó viendo una vidriera. Yo no me di cuenta, y cuando giré mi cabeza, ya no estaba. Lo busqué por todos lados. Y finalmente el chico de la verdulería me dijo que lo vió perdido y lo llevó hasta mi casa. Me volvió el alma al cuerpo, y lo demas no me importó (ni los retos de mi esposa, ni la cara de asustado de él), porque estaba contento y aliviado. Pero qué desastre que soy. Y con el mas chiquito... con ese soy pésimo. Me lo olvidé un rato en la bañera por ver a Riquelme en una conferencia de prensa. Cuando me acordé salí corriendo. Estaba todo arrugadito y sonriendo como siempre. Capaz se estaba cgando de risa de lo mal padre que soy. Pero la que nunca me voy a olvidar es cuando agarré ese perro de la calle para adoptarlo y salvarlo. Ni hace falta decir nada... ni siquiera quiero pensarlo. Todavía tiene la marquita en su piel, y la va a llevar por siempre. Realmente... soy un padre pésimo. Y realmente necesito una dosis grande de responsabilidad.
No sé cuanto tiempo navegué por mis pensamientos, pero cuando volví a la realidad, el viejo me seguía mirando con esa mirada profunda. Hasta juraría que leyó todos mis pensamientos. Y me preguntó: "Nada?".
Y de repente me miré en el reflejo de sus ojos, cayendo nuevamente en esa red de pensamientos.
Veía a un tipo comun. Maduro y ocurrente. Su esposa lo había elegido por eso. Un hombre con todas las letras, que la cuidó siempre, desde novios. La protegió con todas sus fuerzas, la amó y la ama con todas sus energías, y por quién sacrificó su vida cómoda. Un tipo que pasó días enteros sin dormir para terminar la carrera, y para trabajar mientras tanto, y que no les falte nada. Un tipo que ama a sus hijos como a nadie, y por los que pasó noches enteras sin dormir, tardes enteras enseñandoles a hablar, caminar, sonreir, disfrutar... es decir, a vivir. Los alimenta, los instruye, los protege, y les da confianza. Un gran padre, aun con sus errores, que jamás los volvió a cometer. Pude verme a mi mismo en ese tipo, y sentí un gran orgullo. Sabía que mi familia, conmigo, iban a ser felices para siempre.
Y ya desde mis propios ojos, sonreí sin mirar al viejo, y repetí nuevamente: "Nada...".
No hay comentarios:
Publicar un comentario