A mí me gusta dar consejos. Está bien, la gente no me los pide en general, pero yo se los doy igual. Creo que soy muy bueno en eso… mis amigos lo re desaprovechan la verdad. Tienen al alcance de la mano ser mejores personas sin necesidad de pagar a un consultor externo para ello. Me tienen a mí, pero no me usan.
Ok, en realidad, tengo que admitir que no es que no me los piden. Directamente me piden que no se los de.
Sin embargo, por más que lo intente, no puedo evitarlo. El destino se aparece siempre ahí, en el camino que tomaste justamente para evadirlo… y gracias a eso, conocí el amor.
Esto sucedió en el subte, hace ya 1 año.
Iba sentado en uno de esos asientos cortos, al final del vagón. No había mucha gente, y en el asiento del frente había una parejita. Ella le decía a él que no era necesario que bloquee su teléfono, que ella no se lo iba a revisar. Él insistió que no era por ella, que era por si se lo robaban. Y ella le retrucó que entonces, ponga uno con clave fácil, no con reconocimiento facial, sino era obvio que era porque tenía algo que ocultar.
Yo me moría por intervenir, y aconsejar a esa hermosa pareja. Pero no lo hice, me prometí no aconsejar a nadie por un tiempo… y venía bastante bien eh (por lo menos, mis amigos volvieron a estar cerca mío de nuevo).
Ella me miró, con un gesto dulce e inocente, y como si me hubiera leído la mente, me preguntó en voz alta:
-¿Vos qué opinás? ¿Algún consejo?
Y respondí casi automáticamente.
-Le recomiendo que no le ponga reconocimiento facial porque después cualquiera con cara de pelotudo lo va a poder desbloquear.
En ese momento, su sincera sonrisa determinó para siempre nuestros destinos.
M!
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